“Dice la historia que eran dos y que se encontraron en un país diferente al lugar donde nacieron. No se puede decir que fue amor a primera vista, aunque podían sentir que era el comienzo de algo infinitamente romántico. Se vieron unas cuantas veces más, la primera por coincidencia, las demás porque así lo quisieron. A pesar de que la casualidad los había llevado a encontrarse, el destino no les daba mucho tiempo para seguir juntos. Después de un corto periodo, se vieron en la obligación de separarse. Desde lejos se siguieron escribiendo. Se llamaron por teléfono sin pensar demasiado en el destino. Pronto se dieron cuenta que no podían seguir así, necesitaban estar juntos. Hasta que un día uno de ellos decidió valientemente empezar desde cero. Empacó en la maleta sus objetos personales y en su corazón un pedazo de su tierra. Al otro lado del viaje le esperaba el amor, sonriente, deseoso de verle. Una nueva etapa daría comienzo para ambos”.
Tal vez esta no sea una historia ajena para ti, posiblemente la has escuchado con el nombre y apellido de alguna persona amiga o quizás sea el caso de que tú la has vivido en primera persona. Es bonito disfrutar del amor, pero evidentemente no se puede vivir de él. Se da el caso de que a veces, a pesar de tener un techo, comida y afecto, no nos sentimos completos. Nos hace falta algo más, que implica el respeto hacia nosotros mismos y a nuestros logros particulares, para que nuestra felicidad sea completa.
Así nos preguntamos ¿qué haremos ahora? Hemos dejado a nuestros seres queridos, casa y quizás un trabajo. Nos enfrentamos a un mundo nuevo, que percibimos competitivo, que se desarrolla muy diferente a lo que estamos acostumbrados. Recibimos invitaciones de instituciones gubernamentales que nos invitan calurosamente a cursos de integración; al mismo tiempo que nos enfrentamos a la situación de regularizar la estadía. Nos abruma el idioma y quisiéramos tener todas las herramientas en nuestra mano para salir airosos de tanta novedad. Felizmente existen asociaciones que se hacen presentes, dispuestas a despejar todas nuestras dudas, inclusive en el marco legal e intercultural.
Cuando decidimos vivir dentro de otra cultura debemos pasar por el proceso de adaptación que incluye la aceptación y respeto de las nuevas normas. Seguramente el reto implicará un esfuerzo extra, dado que nos tomará tiempo entender los nuevos y diversos procesos, a los que probablemente no nos hayamos enfrentado antes. ¡Pero ¿qué es la vida sin desafíos?! Muchos mirarán el futuro con curiosidad y serán capaces de sortear los obstáculos sin problemas, otros por el contrario emplearán más tiempo o incluso no serán capaces de hacerlo y regresarán a su país.
Posiblemente sea duro al principio y no debemos sentirnos mal si de vez en cuando nos faltan las fuerzas. Es un sentimiento completamente humano, por el que muchos hemos pasado. Por el camino recogeremos tristezas, pero también mucho aprendizaje. La nostalgia eventualmente nos acompañará en todo este proceso, pero por fortuna las redes sociales nos mantendrán comunicados. Con el tiempo haremos nuevos amigos y muchos de ellos nos darán su apoyo contándonos sus propias experiencias. Tomaremos grandes decisiones, como: formar una familia y dedicarnos enteramente a ella, otros estudiarán aquello que siempre soñaron o se quedarán porque, de alguna manera están cumpliendo con el objetivo propuesto.
Definitivamente no será el invierno el que nos detenga. Para ello aprenderemos, por ejemplo: a usar el estilo “cebolla”, que consiste en vestirnos con diversas capas de ropa para ir acomodándonos a la temperatura según donde estemos (adentro o afuera). Y nos iremos dando cuenta con los años, que esta no será la única cosa curiosa que asimilaremos. Miremos el futuro con optimismo, por eso de que todo depende de “la lupa con que lo mires”.
Apuntémonos a todo tipo de cursos de integración, disfrutemos del idioma. Seamos abiertos a las diferentes costumbres. Aceptar los cambios ayudará con nuestra integración.
Texto escrito por: Elena Perego (voluntaria del TES, área de comunicación).
Siempre es difícil empezar de nuevo. El deseo de aprender y madurar ayuda mucho, sin duda, a adaptarse a la nueva vida. También ayuda encontrar gente de tu cultura, que hable tu idioma, que comprenda como te sientes y te acompañe.
Es un gran reto, en el que hay que tener paciencia y no rendirse.
Ánimo!
Gracias Elena por el artículo, el cual definitivamente refleja la realidad de muchas personas que migran ‘por amor’. Yo antes inmigré a Canadá por estudios. Aunque la experiencia tuvo sus propios retos, yo siempre supe que empezaba en el punto A y mi meta era llegar al punto B. Además, la autonomia linguistica y financiera que gozaba como estudiante, siempre me permitó sentirme integrado a la sociedad canadiense.
Inmigrar a Suiza ‘por amor’ ha presentado mucho mas retos. El alemán y la dificultad de entrar al mercado laboral son las principales dificultades para sentirme integrado. Si hay un punto A y un borroso punto B, con muchos obstáculos en el camino.
Lindo «Mirar el futuro con optimismo»
Bonito escrito, Elena. Gracias