Nos encontramos en un mundo globalizado en el que migrar por amor es más común de los que podemos imaginar.  Y aunque cada una de nuestras historias es única, somos muchas las personas que aquí estamos viviendo esta situación: vivimos en un país nuevo, vinimos o nos quedamos por amor y nuestra pareja tiene otra nacionalidad y cultura.

De acuerdo con el Centro de Estadística Suizo (BSF) en el reporte entregado en el 2016, el 43,1% de todos los matrimonios celebrados en Suiza en el año 2015 fueron binacionales. El 35,9% fueron matrimonios entre suizos y extranjeros, el 6,7% matrimonios de extranjeros de diferentes nacionalidades. La cifra de matrimonios binacionales celebrados en Suiza en los últimos 10 años ha permanecido prácticamente igual.

Otro dato relevante: en 2016, el 31% de todos los permisos de residencia expedidos se realizaron por reunificación familiar, por matrimonio con un suizo o una suiza.

¿Qué son las parejas binacionales?  

Las parejas binacionales son aquellas uniones sentimentales entre dos personas que tienen diferentes nacionalidades. En el contexto hispanohablante hablamos también de relaciones transculturales, pues las diferencias no vienen dadas solo por la nacionalidad, sino también por las diferencias de cultura. Hay diferentes formas en las que se configura esta unión, aunque en la mayoría de los casos se trata de parejas en las que uno de los dos migra a un país nuevo para formar un proyecto juntos.

En la creación de este nuevo sistema tienen lugar multitud de adaptaciones y negociaciones donde se realizan elecciones de manera voluntaria, pero donde también se deben afrontar varios conflictos transculturales (Albert y Massanet, 2008).

¿A qué se enfrenta una pareja binacional?

Para ver los retos que se presentan en este camino, voy a contar la historia de una mujer. Los datos e historia son ficticios, aunque inspirados en mi propia experiencia como mujer migrante por amor.

Laura es una mujer colombiana de 28 años, conoció a Fred en Santa Marta. Él estaba haciendo un voluntariado por 3 meses, ella vivía allí. Empezaron una relación que pensaron que acabaría cuando él volviera a Suiza. Cuando él retornó a Suiza, siguieron en contacto y la relación en la distancia por un par de meses. Después le pidió a Laura que se fuera a vivir con él a Suiza.  Él volvió a Colombia un par de veces en el transcurso de tomar la decisión.  Después de un año de relación, ella se fue a Suiza con un permiso de estudiante de alemán por 6 meses. 

– Familia de origen: tomar la decisión y dejar el hogar 

Aunque la familia de Laura conocía a Fred, para ellos fue un gran shock enterarse de que ella iba a dejar todo por irse a Suiza. Ella ya se había graduado de la universidad, estaba trabajando y tenía cierta estabilidad. Sus padres le preguntaron si estaba segura de dejar todo por él. Su madre la apoyaba, pero le preocupaba que estuviera tan lejos; al padre le afectaba mucho que ella saliera del país sin estar casada. 

El primer reto al que se enfrenta una pareja binacional es que uno de los dos miembros debe dejar su lugar de origen, migrar y afrontar un duelo de separación de su país, familia y amigos/as (Bermúdez y Brik, 2010). 


Además, el hecho de que el proyecto migratorio no incluya fecha de reagrupación con la familia de origen hace más complicada la despedida y en ocasiones que la familia de origen del migrante no apruebe su proyecto.

– Familia de acogida: nueva cultura, nuevas relaciones

La familia de Fred vivía en un pueblo pequeño en Aarau. Aunque les gustaba viajar y conocer el mundo, en la familia de Fred la mayoría eran suizos y habían vivido solamente en el pueblo o cercanías. Para la madre de Fred era difícil aceptar que alguien de fuera se uniera con su hijo. Sobre todo, porque ella no hablaba otro idioma. Para el padre y las hermanas de Fred la situación no resultaba conflictiva, pero les preocupaba un poco el tema del idioma, solo una de las hermanas hablaba un poco de español. 

Al llegar a Suiza fue difícil para Laura relacionarse con la familia de Fred. Pero, poco a poco, las relaciones se fueron consolidando. Fred y Laura se marcharon a vivir a Berna, así que dejaron el pueblo. Ella creó una primera red de apoyo con los amigos de Fred, quienes le dieron un gran recibimiento. Sin embargo, Laura extrañaba la cercanía de su familia. Eran muy diferentes la forma y la proximidad de la familia en Suiza en comparación a la importancia de la familia en su país de origen.  

La familia “política” es el primer nivel relacional en el nuevo proyecto del migrante, por lo que su aceptación y buena acogida facilitan la adaptación de la pareja al nuevo contexto. Sin embargo, es frecuente encontrar en un primer momento actitudes de rechazo, donde los prejuicios y estereotipos nacionales toman un papel protagonista. Además, los entornos pequeños son más sensibles a la opinión pública, por lo que se acentúa este rechazo.

Las relaciones a distancia hacen que las familias no se conozcan, y hay muchas incertidumbres sobre quién llega. El factor tiempo suele ser un factor de aceptación y normalización en las parejas binacionales. 

Las diferencias culturales y de creencias en las reglas que definen el comportamiento en familia, hacen que los procesos de adaptación sean difíciles. 

– Negociación cultural: lo mío, lo tuyo, lo nuestro

Laura llegó a vivir en el apartamento de soltero de Fred, donde él ya tenía todo. Para ella fue un proceso lento, sentir esa casa su propia casa. Fred y Laura tenían conversaciones interminables sobre qué cosas cambiar, él era muy básico, ella quería dar un toque de “color” al hogar.  Tenían que negociar cada cosa y decidir qué se usaba y que no. Esto a veces los llevaba a tener conflictos, pues cada uno tenía su manera de ver las cosas, y ella sentía que al él no le gustaba nada de la “alegría” colombiana. 

En el proceso de adaptación a la nueva situación, factores como el lugar de llegada, la integración al nuevo lugar y la acogida de la familia toman el protagonismo en los primeros momentos. Esto hace que no sean tan conscientes de lo diferentes que pueden llegar a ser sus creencias y prácticas, por lo que después de unos meses se puede producir un desajuste en las expectativas y un sentimiento de frustración, cuando los rituales cotidianos de uno y otro entran en conflicto. 

Negociar las condiciones de vida, hace parte del ciclo de formación de toda pareja. La necesidad de la pareja binacional de llegar a estos acuerdos puede ser una oportunidad para construir sus propias reglas y ritmos, dando paso a la construcción de una vida en común. 

– Comunicación: el idioma de la pareja y el idioma del país

Fred y Laura hablaban en español. Él estaba haciendo un voluntariado en Colombia en español y lo habla bastante bien. Laura no sabía alemán. Hablaba un poco de inglés. Al llegar a Suiza empezó a estudiar alemán. La familia de su esposo le hablaba en suizo la mayoría de las veces. Con algunas cuñadas y amigos hablaba en inglés o en alemán. 

Al hablar de comunicación, no solo se hace referencia al idioma en el que se comunica la pareja, sino también a los códigos y formas de cada cultura para comunicarse. 

En parejas con múltiples idiomas, la expresión de sentimientos y pensamientos en ocasiones se vuelve confusa. Las distancias al hablar, los tonos de voz y las pausas hacen que la comunicación en la pareja pueda ser conflictiva o confusa.

Al mismo tiempo, al haber menos códigos no verbales compartidos, es necesario para la pareja decir con palabras lo que se quiere expresar no verbalmente. Esto puede traer oportunidades para ampliar los canales de comunicación y evitar malentendidos. 

La integración y búsqueda de oportunidades laborales y profesionales es muy compleja si no se habla el idioma local. Es por esto por lo que el tema del idioma es un gran factor de estrés para la realización de la persona que ha migrado, no solo dentro de la pareja, sino en la configuración y desarrollo de su identidad en el nuevo país. 

– Dependencia: todo lo que tengo es de él

Laura llegó a Suiza con la idea de estudiar alemán para vincularse en el ambiente laboral.  Fred era el soporte económico de Laura. Aunque ella llevaba sus ahorros, estos no eran suficientes para vivir en el nuevo país. Desde antes de mudarse acordaron una renta mensual para ella. Fue muy difícil para ella sentirse dependiente de él, aunque él no reclamaba nada y aunque ella buscaba trabajo constantemente.

Así mismo, se sentía algo sola.  La mayoría de gente que conocía era por él. Después comenzó a conocer unas pocas personas en la escuela de alemán, que eran amigos solamente de ella. 

El proceso de incorporación del migrante por razones conyugales a la sociedad de acogida se califica como dependiente, porque el miembro de la pareja de destino es el que proporciona los recursos económicos, vivienda y entorno social.

Además, el hecho de que el migrante haya tenido que renunciar a sus orígenes y en muchas ocasiones a su trabajo por la pareja, hace que aquel que no ha renunciado se sienta en deuda y deba ser el que se ocupe de facilitar al máximo la adaptación de su pareja al nuevo contexto.

Se produce de esta forma un desequilibrio entre los recursos que aporta cada uno de los miembros, que en un primer momento puede estar justificado por el proceso migratorio, pero que poco a poco puede crear una dependencia emocional, social y económica que posicione a la pareja en una asimetría conflictiva.

Es muy importante en este momento, que la persona migrante sienta que tiene las riendas de su vida y, al mirar atrás, reconocer que ella es quien ha tomado las decisiones. Aunque exista un desequilibrio “natural” en esta relación, si la persona migrante se hace responsable de su decisión y su proceso de adaptación, sentirá que está en ella seguir y no solo atada al cónyuge. Vivir en pareja representa entonces un llamado a la autonomía y al trabajo personal, en el cual el YO no se deja de lado. 

– Amor e intercambio como factores enriquecedores de la pareja

Las parejas de distintos orígenes son por naturaleza diferentes, pero si decidieron unirse es porque lograron identificar intereses y características que los hacen parecidos y los acercan. Lo esencial para lograr la estabilidad y la permanencia de la unión esta determinado por la calidad con la que se desarrolla la relación intima y personal.  Esto implica la capacidad de cooperar, de cultivar intereses comunes, de superar diferencias y de desarrollar una forma de vida propia, respetando también la del otro miembro de la pareja. 

Las parejas binacionales a menudo deben hacer frente a prejuicios de la sociedad. Pero en un entorno social caracterizado por el respeto y la tolerancia frente a nuevos proyectos de vida, una pareja binacional también tiene una posibilidad excepcional de demostrar que existen distintas formas de llevar adelante una relación de pareja.

«La mejor manera de ser feliz con alguien es aprender a ser feliz solo. Así la compañía es una cuestión de elección y no de necesidad«

Mario Benedetti

Quiero terminar con esta frase. Como dice Mario Benedetti, si se aprende a ser feliz solo, la búsqueda de alguien que nos acompañe estará basada en los valores personales, el modo propio, el reconocimiento de lo que se elige.

Validarse, encontrar la automotivación genuina, descubrirse capaz no sólo de estar solo sino de disfrutarlo, será la forma de ir construyendo confianza en uno mismo y poder tomar decisiones libres y autónomas.

Acceder a la independencia implica poder buscar una complementación adecuada y enriquecedora. Reconocer los propios límites y necesidades ayudará a construir con el otro desde el aporte personal.

Y en la medida en que uno está bien con uno mismo, estará bien con los demás.

Texto elaborado por Catalina Grijalba

Psicóloga y voluntaria del Teléfono de la Esperanza Suiza

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